lunes, 10 de noviembre de 2014

Una mala noche: jugando a Las Mansiones de la Locura

Joe se encendió un cigarro y se sentó un momento en un mullido sillón de cuero en el que podría caber perfectamente una segunda persona. Aspiró con fuerza el humo, cerró los ojos durante un segundo y palpó para su tranquilidad las 'Gemelas', como a él le gusta llamarlas, bien sujetas en sus respectivas cartucheras en cada uno de sus costados.
"Si lo sé, no vengo", murmuró entre dientes deseando tener en sus manos un buen whisky que le ayudase a pensar.

No sabía cuánto tiempo llevaba en la finca Whale y la verdad es que le importaba bien poco. Se lamentaba por haberse dejado engañar por aquel idiota de Max Bialer. Lo que presentó como una agradable velada para ver una película basada en las peripecias del propio Joe así como las de sus compañeros, se había convertido en una intrigante noche. En donde debía de haber actrices guapas, millonarios aburridos que no saben qué hacer con su dinero, periodistas y buena bebida no había absolutamente nada, sólo silencio.

Aquella mansión era enorme, y aunque Joe había visto cosas raras en los diferentes casos en los que había participado en los últimos meses, ese silencio sobrecogedor no le gustaba en absoluto. Por eso había decidido sentarse un momento para poner en orden sus pensamientos.

Se preguntó por un instante qué diablos estarían haciendo el profesor Walters y Jenny (algún día tendría que invitarla a una copa, lejos de casas tétricas y de gente de aspecto extraño)cuando se sobresaltó por el poderoso retumbar del 'ding-dong' de un reloj lejano.

No sabía de dónde venía el sonido, pero algo en él hizo que se le erizase los pelos de la nunca, o más bien fue una repentina sensación de que le observaban.

Lentamente se puso en pie, e instintivamente se giró. 
Sin reparar en ello dio un paso atrás y observó con ojos muy abiertos cómo parecía surgir de las sombras una figura. Tras imaginar que se acercaba a él un error surgido del mismo infierno, comprobó que se trataba de una persona enfundada, eso sí, en una especie de túnica ritual, de color morado oscuro, con extraños símbolos que la adornaban.

Pero lo que más le asustó, y pocas cosas lo hacían, era esa mirada demente que se adivinaba en la oscuridad de su cara, unos ojos que centelleaban odio y fanatismo a partes iguales.

En ese momento Joe Diamond necesitaba un whisky. Sí, lo ansiaba, un buen trago, pensaba sin poder apartar la mirada de aquella persona. Pero no tenía a mano.

Lo que sí tenía, se dijo mientras comenzaba a sonreír, era a las 'Gemelas'. 

Fotito de la sesión

El pasado viernes jugamos una sesión al juego de tablero Las Mansiones de la Locura. Un juego ambientado en el universo del gran HP Lovecraft, de FFG y editado en España por EDGE, de un fuerte carácter narrativo.
Concretamente jugamos a la expansión La Casa de los Horrores.
Después de varias sesiones, fue la primera vez que los sufridos investigadores pudieron resolver la aventura sin acabar en el sanatorio de Arkham ni en el manicomio, lo que fue motivo de alegría.
Una divertida sesión nocturna en buena compañía y regada con buena cerveza. 

martes, 4 de noviembre de 2014

Tercera sesión Dungeonslayers: la Dama de la Montaña

Desde que entraron en aquella tenebrosa cripta, Alassar no paraba de mirar por encima del hombro, inquieto. Se sentía observado, y estaba completamente seguro de que no se trataba de paranoia. 
Algo, en verdad, los estaba mirando.

Enfrentarse a las monstruosas arañas había sido un juego de niños comparado con lo que les esperaba ahí dentro. Khundo, armado con su nueva y flamante espada, con Illidan cubriéndole las espaldas con su afinada puntería, habían bastado para arrasar a aquellos estúpidos insectos. Satisfecho, el brujo se palpaba su bolsa atada al cinto con aquel aguijón negro y terrible del que, estaba seguro, iba a sacar una buena suma en el mercado negro.

Pero eso si lograban salir de ahí con vida.

Aquella sala le ponía los pelos de punta. No sabía si eran las estatuas de guerreros de mirada muerta que le observaban con ojos opacos, o aquella enorme de ónice que representaba a una mujer de fría belleza pero que se convertía en una amenaza en aquel maldito lugar.

Ensimismado en sus pensamientos se sobresaltó con el brutal ruido que causó la losa de piedra que cubría el sarcófago.
Anulf y Khundo se sacudían las manos satisfechos tras su profanación. Alassar no se había mostrado en un principio de acuerdo con abrirlo, pero eran jóvenes, confiados y los tesoros que les aguardaban bastaban para borrar de un plumazo cualquier rastro de mínima cautela.

El hechicero esperaba ver caras satisfechas en sus compañeros de aventuras, pero desde su posición se sorprendió al ver que incluso el inexpresivo Khundo abría los ojos con cara de terror y daba un paso atrás a la vez que un terrible grito de ira resonaba por toda la estancia, helándole la sangre.

Mientras veía cómo Khundo y Anulf retrodecían blandiendo sus armas, Alassar, bien aferrado el bastón y dispuesto a comenzar a lanzar su conjuro, se interrumpió al oír a su espalda el ruido de la piedra al resquebrajarse. 
Echando mano de poco valor que le quedaba miró atrás para ver cómo empezaban a surgir de las estatuas lo que en algún tiempo pudieron ser guerreros, ahora convertidos en una amalgama de huesos y acero en pleno movimiento y con sus ojos negros fijados en él.

Estupendo, pensó Alassar a la vez que se giraba dispuesto a convertir aquellas criaturas en ceniza. 

El pasado viernes noche llevamos a cabo otra sesión de Dungeonslayers, con nuevos jugadores probando el sistema.
Es cierto que para Roll20 un sistema tipo Dungeon puede ser pesado, ya que unido a los problemas técnicos, las partidas se convierten en una sucesión de tiradas con la interpretación brillando por su ausencia.
Es por eso que quizás para la próxima sesión online que organice apueste por algo más narrativo como Fragmentos, del que estoy en plena lectura. 
Todo es probar. 


domingo, 26 de octubre de 2014

Iniciación al Dungeonslayers

Wilco quemaba las telarañas con aire distraído. No era un experto, pero viendo el tamaño de aquellas hebras, como maromas de barco, prefería no pensar, de momento, qué les aguardaba al fondo de aquella oscura y tenebrosa gruta.

Les había llevado un buen rato decidir qué hacer, si empaquetar el botín y volver por donde habían vuelto para devolverlo y cobrar la recompensa o continuar investigando aquel horrible lugar.

En un principio parecía claro. Illidan y él mismo habían argumentado que ya habían tenido suficiente con aquel duro combate contra ese pequeño ejército de goblins, mientras que Khundo, envalentonado quizás al haberse hecho con aquella preciosa espada, recordaba el carácter aventurero del grupo y que por tanto debían de continuar explorando la caverna. Alassar no entró en el debate y se centró en leer aquellos viejos pergaminos que había encontrado en la cueva del chamán, y Anulf, como siempre, optaba por callar mientras atendía la fea herida que le había hecho perder el conocimiento hace tan sólo un rato.

Mientras recitaba oraciones en su extraño idioma, agarraba su amuleto formado por extrañas plumas y huesos de criaturas desconocidas, y el bárbaro obviamente sabía lo que se hacía, ya que todos comenzaron a sentirse mejor, y Wilco observó con alegre sorpresa que donde antes tenía una costra de sangre y tela, por donde había entrado el virote, a la altura del costado, ahora sólo había una mancha rojiza, sin marca alguna en su piel.

"Quizás podamos echar un vistazo", dijo Wilco haciendo que su voz resonase en el silencio de aquella cueva.
Los demás le observaron, y el feroz enano coreó con un gruñido de satisfacción la invitación del mediano.
No sabían qué les esperaba allá abajo, pero por Nébula que lo iban a descubrir.

¡Volvemos a dar vida al blog! Tras nuestras partidas de la Marca del Este, ahora nos hemos enfrascado a probar Dungeonslayers, un juego de descarga gratuita del alemán Christian Keening con un sistema simple y rápido, un homenaje al rol más clásico.
Por ahora hemos jugado online a través de roll20, conociendo a personas y jugadores en esta nueva aventura.